viernes, 30 de junio de 2017

Flipped classrooms enhance the learning process

28.06.17 - A series of videos featuring EPFL teachers showcases innovative teaching methods that have been developed and put into practice on the school’s campus. The goal? To help students learn better, regardless of their field of study.
At EPFL, innovation is at work in all fields – including that of teaching itself. A growing number of instructors are taking an interest in new pedagogical methods to revamp their traditional lecture-hall courses, and they’re taking their cues from research being conducted by experts in learning strategies. EPFL’s Teaching Support Centre has just released a series of videos that were filmed in the classrooms of five instructors who are leading the way in these new methods.
An MOOC for laying the foundations
Jean-Cédric Chappelier, a computer programming teacher, totally restructured his course when he adopted the flipped-classroom approach. His 350 first-year students now learn the basics of programming at their own pace by taking a MOOC before heading to the classroom to flesh out their knowledge of the subject. Chappelier spent a lot of time with his colleagues Jamila Sam and Vincent Lepetit developing the videos in which he teaches the foundations of his course, and he feels that his effort has paid off. “There is a lot more give-and-take in class,” he says. “The students come to the practical sessions better prepared and ask much more pointed questions.” The flexibility that this approach gives the students, who are allocated blocks of time in their schedule for the online work, is also appreciated. “The impact is positive in two respects: the students prefer this approach, and it makes them better,” adds Chappelier.
In-class clickers and apps
In order to boost participation in her classes, physics professor Cécile Hébert opted for clickers, which let students vote for a multiple-choice answer when the professor asks a question. “This creates an interactive dynamic that is very constructive,” says Hébert. Getting students actively involved is clearly one of the secrets to improving their grasp of the material. “To learn, they really need to ‘do’ something: join in, speak up, write – anything is better than just sitting there and listening,” says Denis Gillet, who, in the class he teaches with Adrian Holzer and Samuel Bendahan takes a similar approach through the SpeakUp app.

It takes just a couple of minutes for a question sent out through the app to gauge the class’s level of understanding, enabling the professors to zoom in on the weak spots. “Without this app, that would be impossible in an auditorium with a hundred students where not everyone can speak up,” says Holzer.
Instructor workshops
With this initial series of videos, the Teaching Support Centre hopes to encourage other teaching initiatives within EPFL and support any instructor who is hesitating about taking the leap. “It’s not easy to put a completely new method into practice, and it's important for instructors to be inspired by what their colleagues are doing,” says Siara Isaac, a teaching advisor at the Centre. To make the leap easier, the Centre provides guidance and workshops on various topics related to innovation in teaching, and it is also developing other types of videos. “These days, professors are no longer there to simply impart knowledge – since now everything is just a click away – but to help students learn skills,” adds Isaac. “Coming up with more effective methods based on active participation is rewarding for everyone – both students and professors alike.”
The Teaching Support Centre’s next two workshops for instructors are on Flipped Classrooms (4 July) and Effective interactive Teaching (11 July). For more information or to sign up, please contact Siara Isaac (siara.isaac@epfl.ch).

Source: 
https://actu.epfl.ch/news/flipped-classrooms-enhance-the-learning-process/?lipi=urn%3Ali%3Apage%3Ad_flagship3_feed%3BxVaH141TTpeuZ7llrKG2LA%3D%3D

martes, 2 de mayo de 2017

Elogio a la pereza, el arte de no hacer



Tal vez no todos podemos renunciar al trabajo, pero todos podemos renunciar a la idea de que tenemos que hacer algo --y que a partir de eso recibiremos un beneficio ulterior (o algo a cambio) que de alguna manera justificará o redimirá nuestro esfuerzo y sufrimiento. Dicho eso, si puedes renunciar al trabajo --con todas sus connotaciones-- y dedicarte a no hacer nada o a hacer menos --caer en el prado blanco de sólo ser-- seguramente serás más feliz. Además, lo más probable es que sólo creas que no puedes dejar de trabajar, habiendo creado un castillo de naipes para excusar ese salto al vacío... y es más fácil de lo que crees (aquí, 10 persuasivas razones).


La idea de que la inacción es una fuente de felicidad tiene un selecto linaje que se remonta a la exaltación del ocio como un estado de gracia para ejercer la filosofía en la Antigua Grecia (el conocimiento está enamorado del vacío y la ligereza). Podemos pensar que Diógenes permanecía tirado en el sol todo el día como uno de esos bañistas en una playa en un eterno trópico (y seguramente hubiera gustado de una hamaca). Los filósofos no tenían que ponchar tarjeta o lidiar con un jefe que les pida un reporte. Podían vivir exclusivamente en el terreno de las ideas (por lo demás, un mundo superior al mundo de la acción, que es apenas un pálido reflejo).

En su memorable texto, El Derecho a la Pereza, Paul Lafargue atribuye a la desidia una cualidad divina, notando que Dios después de hacer su obra decidió descansar por la eternidad (a todas luces, sigue siendo domingo para la Administración del Universo). Algo similar ocurre con el hinduismo: nuestro universo, con todas nuestras preocupaciones, no es más que una serie de lánguidas imágenes dentro del sueño de Brahma, una deidad perezosa capaz de crear el mundo sin hacer nada.

Hay que incluir en este holgado panteón a una de las facetas de Fernando Pessoa, el poeta que prefirió el sueño a la acción ("he soñado más que Napoléon", "he abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo"). Pessoa, quien pensaba que teníamos dos vidas: la verdadera (la que soñamos) y la falsa ("la que vivimos en convivencia de los demás"). El poeta que escribió deliciosamente:

No hagas hoy lo que puedas dejar de hacer también mañana.

¿Para qué hacer algo hoy si mañana tampoco es inexorable? No es necesario cumplir nada, el mundo solo encuentra su curso. Deja que las cosas que no son, no sean. Y si es, ya es; entonces, no hay para que mover un ápice. La inutilidad es sublime (ya lo decía Wilde, el arte es inútil): qué prefieres, ¿ser un peón o un artista del tiempo, un verdadero inútil? A la orilla del Río Tajo, Pessoa encontró el Tao:

¿No será mejor
no hacer nada?
¿Dejar que todo se vaya por la vida
Hacia un naufragio sin agua?
[...] ¿No será mejor
renunciar, como un reventar de vejigas populares
en la atmósfera de las ferias,
a todo,
sí, a todo
absolutamente a todo?


Renunciar, dejar de hacer, he ahí algo que tiene un refinado linaje, una resonancia mórfica que te conecta con Buda, con el mejor Cristo (el que desapareció del radar por unos años o ayunó en el desierto o quizás se dedicó a comer hongos alucinógenos), y con la mejor etapa de Zaratustra y numerosos sabios de la montaña y el desierto y otros vagabundos del dharma a los cuales no les importó que su nombre fuera conocido, que prefirieron el reino secreto de los mundos invisibles.

Otro texto que se suma a ese perenne (pero poco hacendoso) elogio de la pereza, que rescatamos aquí de manera poco exhaustiva, es el Elogio de la ociosidad de Bertrand Russell, donde el matemático inglés aclara que el camino a la felicidad y la prosperidad reside en una disminución organizada del trabajo. Este es el sueño dorado de una post-industrialización iluminada. Aldous Huxley escribió al final de "Cielo e Infierno" que "los robots no son nada si no hacen muchas cosas", a lo que habría que agregar que no tienen sentido si no nos permiten no hacer nada. El sueño del hombre es que los robots lo dejen soñar.

A este desordenado listado habría que agregar el menos conocido texto La guía del hombre perezoso a la iluminación, escrito hace casi 40 años por Thaddeus Golas, un hippie de Nueva Jersey. Sobre ese texto escribí un artículo anterior más extenso, un laxo análisis de este mismo tema con poco rigor y amplia dejadez. En retrospectiva, me parece que Golas se entusiasma demasiado, pero es encomiable su intento de bajarle de ritmo a la revolución psicodélica, de mantener una vibración elefantina y ralenetizar el movimiento en medio del activismo y la aceleración de querer cambiar el mundo:

Ya que en el universo no hay más que seres vivientes, cada uno controlando su propio nivel y sus propias relaciones, no hay absolutamente nada en el universo que necesite corregirse en ninguna forma. No tenemos que hacer nada al respecto, cualquier cosa que sea. Hay conciencia en todas partes del universo… Cada partícula en cada átomo es un ser vivo. Cada molécula en cada célula es una tribu de seres.

Shanti, Shanti, Shanti: la paz que viene del entendimiento, o quizás mejor dicho, la paz que viene de la aceptación. Aceptar, que es justamente no hacer nada al respecto, no resistirse. Usando una frase new age, como una veleta en los vientos del ser o en los vientos de Akasha, con un koan para rematar: dos monjes debatían sobre ¿qué se mueve, el viento o la hoja?. a lo que respondió un tercer monje: "Ninguno, sólo la mente se mueve".

Por cierto, la frase de Russell, citada antes de la imagen, y en realidad este texto reciclado, vienen a propósito de leer sobre un nuevo libro: El arte y la ciencia de no hacer nada: el piloto automático del cerebro, de Andrew J. Smart. Herman Bellinghausen lo reseña en La Jornada y escribe:


Nunca está de moda decirlo pero en el fondo todos sabemos que el trabajo está sobrevaluado. Más allá de la contradicción insalvable de que el trabajo da para vivir, no existe nada mejor para el ser humano que no hacer nada (ni siquiera atender tele, ordenador o celular). Es cuando el cerebro funciona mejor.

Esto es cierto, todos hemos oído de los momentos "¡Eureka!" en los que brotan geniales epifanías de momentos de ocio, siempre cuando dejamos de intentar hacer o solucionar un problema. Podemos imaginar a Arquímedes procrastinando largamente en la tina como un perezoso manatí. Y ahora también todos hemos oído sobre los beneficios de la meditación, del no pensar, de llevar la mente a un estado de quietud. Una forma de bucear en el mar perlado del inconsciente, un mar sin olas, de insondable profundidad, para nadar preferiblemente bocarriba, flotando en posición de muerto. "Todos los problemas de la humanidad provienen de la inhabilidad del hombre de sentarse solo sin hacer nada en una habitación", escribió Pascal, que como Proust parece haber sido un neurocientífico antes de que existiera esta disciplina. Podemos leer la frase a la luz de las enfermedades modernas cuyo germen principal es el estrés: no poderse quedar quieto sin hacer nada es no poder relajarse y provocar la generación de neurotransmisores excitatorios del tipo "fight or flight" que desgastan a nuestro sistema inmune con sus amenazas fantasmas. Si el hombre supiera quedarse quieto en un cuarto, solo, otra cosa sería: generaría nuevos jardines colgantes, nuevas pirámides de brisa (para el deleite de su mente).

En su texto, Bellinghausen también cita al clásico Lafargue:
Una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de las naciones donde domina la civilización capitalista. Esta locura trae como resultado las miserias individuales y sociales que, desde hace siglos, torturan a la triste humanidad. Esta locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda por el trabajo.

La ética protestante y el ansía de neg-ocio capitalista son una forma de angustia colectiva proyectada, de competencia cargada de cortisol y frustración. Debemos de ganarnos la aceptación de Dios (además de la de nuestros padres, etc.) y para ello es necesario trabajar, hacer, agotar, explotar todos los recursos. Debemos de hacer dinero y comprar más cosas para ser. Esto es poco sustentable, nos precipita hacia un precipicio, progresamos hacia un final --cuando nos podemos quedar en una sagrada meseta sin tiempo (que por otro lado es el mejor lugar para dormir e imaginar, sin que el suelo esté inclinado; mejor parejo, en homeostasis). Esto también es lo contradictorio, el colmo del "sueño americano", que es un sueño y debe realizarse trabajando (los sueños son fáciles, no tenemos que hacer nada para que ocurran, sólo estar ahí y ver como pasan las imágenes, "como Dios limando sus uñas"). Pobre sueño el que tiene que salir a trabajar --¿acaso no es esto más bien lo que acaba con el sueño, despertarnos para ir a trabajar? ¿Para qué ocuparse con algo si podemos estar libres sin nada?

Hay una frase lapidaria de Cioran que apenas recuerdo (soy muy perezoso para buscarla en un libro o en internet). Básicamente va algo así: si alguna vez has estado triste sin motivo, siempre lo estarás. Un poco de crueldad de determinismo freudiano. Por el contrario, si alguna vez has sido feliz sin hacer nada, siempre serás feliz (siempre que no hagas nada). No hay razón; la felicidad no es algo que uno haga. El éxtasis existe, no hay que inventarlo, ni invitarlo: es uno de esos huéspedes que se quedan a vivir en el sillón de la estancia. Un couch-potato. Y de todas formas, ¿por qué pensar que la felicidad es más importante que la facilidad? No es necesario aferrarse; suave y flojo, sin tener que cooperar, se abre para nosotros el reino del espacio infinito en una nuez.


jueves, 23 de marzo de 2017

Películas de anime que puedes ver completas en YouTube


La cultura japonesa cada vez tiene más exposición en nuestro continente. Gracias al trabajo de directores como Hayao Miyazaki o Makoto Shinkai, las cintas de anime ahora llegan a los cines de todo el mundo, acercando a la audiencia a un tipo de creación que sólo unos pocos conocen. Hace 25 años era impensable considerar la posibilidad de tener acceso a una biblioteca enorme de caricaturas japonesas o sus contrapartes literarias. Las editoriales nacionales no publicaban muchos mangas y sólo los fans apasionados tenían conexiones en la nación nipona para llevar el contenido a lugares como Latinoamérica. Pero con la llegada de Internet ahora tenemos un enorme catálogo de una de las formas de expresión artística más hermosas.
La tragedia está en que Japón aún no percibe el impacto que su cultura causa en nuestro continente y no ha desarrollado una plataforma para que tengamos acceso a ellos de forma legal. Sólo algunas como Crunchyroll ofrecen unls cuantos animes, pero fallan en tener un inventario amplio que atrape a sus suscriptores. Afortunadamente los fanáticos siempre estarán un paso adelante y dedican gran parte de su tiempo a traducir las series y las películas de anime para después subirlas a Internet. A pesar de no tener una excelente calidad, se aprecia el esfuerzo que nos permite aproximarnos a esta parte de la cultura japonesa que lentamente está cambiando el mundo.
YouTube es uno de los lugares donde podemos disfrutar series y películas anime de forma inmediata y sin mucho problema. Algunas de las mejores cintas de los últimos años se encuentran ahí entre un mar de información y no nos queda más que aprovecharlas en la espera de que en un futuro tengamos una plataforma mejor. Éstos son algunos de los mejores filmes que podemos ver en YouTube:

“La chica que saltaba a través del tiempo” (2006) – Mamoru Hosoda

Una de las animaciones más hermosas de los últmos 10 años. Es una mezcla de géneros increíble que junta ciencia ficción con romance, humor y tragedia. Una joven llamada Makoto obtiene la habilidad de saltar a través del tiempo después de una experiencia que pudo haber resultado en su muerte. Desde entonces usa el truco para salvar a sus amigos, pero no siempre tiene los resultados que espera, especialmente después de que nota que tiene una cantidad límite antes de perder esa aptitud.

“5 centímetros por segundo” (2007) – Makoto Shinkai

Makoto Shinkai es considerado sucesor de Hayao Miyazaki por crear historias fantásticas con un aspecto maravilloso. “5 centímetros por segundo” sólo es una muestra breve de las capacidades del director y narra la historia de dos jóvenes en múltiples encuentros. La cinta cuenta con un diálogo mínimo y se asemeja a mirar una pintura en movimiento. Este tipo de cintas elevan al anime a una expresión artística mucho más grande e irreal.

“El jardín de palabras” (2013) – Makoto Shinkai

Otra de las increíbles obras de Makoto Shinkai pues la animación en este trabajo supera todo lo que hayamos visto previamente. La fluidez de los movimientos se asemeja a la realidad y su representación del agua es la más fiel que se haya visto en este tipo de obras. La historia narra el encuentro de un joven de 15 años y una mujer de 27 años que se encuentran en un jardín todos los días. Sus reuniones son cómodas y desarrollan una relación, pero ambos tienen secretos que ponen en riesgo el vínculo que sólo puede existir en ese mágico lugar.

“Buddha Saitan” (2009) – Takaaki Ishiyama

Utilizando un estilo más tradicional, esta cinta cuenta una misterios historia de una joven llamada Sayako quien quiere convertirse en periodista. Una de sus compañeras se suicida y desde ese momento adquiere la habilidad de ver espíritus. Aunque al principio nada parece ser negativo, la cinta da un giro oscuro y las voces comienzan a atormentar a la adolescente. El estilo narrativo es similar al caos de “Paprika”, un clásico del anime, lo que la convierte en una excelente opción para pasar el rato y ver una obra diferente.

“The Boy and the Beast” (2015) – Mamoru Hosoda

Un joven huérfano llamado Ren decide abandonar la casa de sus cuidadores, mientras que en el Reino Bestial se le indica a Kumatetsu que encuentre un discípulo para que tome su puesto. Así comienza esta historia de amistad. Ambos protagonistas se encuentran y crean un lazo que supera cualquier película de acción. Con elementos de tradición japonesa y una historia fantástica que muestra la dualidad de la moral en el mundo, la cinta es una de las mejores del último par de años y una película necesaria para cualquier fan del anime.

“El piano del bosque” – Masayuki Kojima

Originalmente era un manga que fue adaptado a la pantalla. Sigue a un joven llamado Kai que vive en el distrito rojo de Tokio, pero que de noche se adentra en el bosque para tocar un piano. Otro chico llamado Shuhei se muda a la zona donde vive Kai y después de un enfrentamiento con otros estudiantes es retado a que toque el instrumento abandonado dentro de la floresta. Eventualmente se descubre que sólo Kai puede hacer que el piano emane sonidos, creando así un misterio que podría no tener respuesta.

“El samurai sin nombre” (2007) – Masahiro Andô

Una historia sobre honor que le rinde culto a la tradición de los samurais. Un niño llamado Kotarou viaja con su perro y un día es rescatado por Nanashi, un luchador que no tiene nombre ni pasado. Kotarou lo contrata como su protector y ambos comienzan una relación poco común. Con una frialdad lejana y lentos descubrimientos, notamos que la historia tiene una profundidad que va más allá del vínculo de ambos y trata sobre el miedo, la soledad y nuestras propias fantasías.

“Viaje a Agartha” (2011) – Makoto Shinkai

Una cinta más del genio Makoto Shinkai que, siguiendo la tradición de Miyazaki, integra múltiples géneros para contar una maravillosa historia. El padre de la protagonista, Asuna, muere dejando una herida profunda en la joven. Mientras su madre pasa demasiadas horas trabajando como enfermera en un hospital, ella vive los días sola escuchando música hasta que una criatura fantástica la ataca y comienza un viaje que la ayudará a superar el dolor mientras aprende de la vida.

“La Desaparición de Haruhi Suzumiya” (2010) – Tatsuya Ishihara & Yasuhiro Takemoto

“La Melancolía de Haruhi Suzumiya” es una excelente serie de anime y “La desaparición…” sirve como una continuación de la historia. La narrativa es muy compleja para describirla en pocas líneas, pues es una de las obras más experimentales que se han producido a la fecha. Usa viaje en el tiempo, peleas y dudas psicológicas para contar diferentes historias que definen a los personajes y aunque al inicio parece un trabajo común, es todo lo contrario.

Es justo que los fanáticos puedan encontrar este tipo de obras en YouTube cuando es difícil hacerlo en otro lugar. Internet impulsa al anime como género y lo convierte en un elemento más común en nuestras vidas.
Quizá con el tiempo Japón se atreva a crear una plataforma digna para los deseosos de más contenido similar y así no tengamos que acceder a videos de baja calidad para disfrutar uno de los géneros más hermosos del arte, especialmente ahora que el cine hollywoodense decepciona tanto.

lunes, 13 de febrero de 2017

People Can Draw Energy From Other People The Same Way Plants Do


Flowers need water and light to grow and people are no different. Our physical bodies are like sponges, soaking up the environment.
A biological research team at Bielefeld University has made a groundbreaking discovery showing that plants can draw an alternative source of energy from other plants. This finding could also have a major impact on the future of bioenergy eventually providing the evidence to show that people draw energy from others in much the same way.


Members of Professor Dr. Olaf Kruse’s biological research team have confirmed for the first time that a plant, the green alga Chlamydomonas reinhardtii, not only engages in photosynthesis, but also has an alternative source of energy: it can draw it from other plants. The research findings were released this week in the online journal Nature Communications published by the renowned journal Nature.
Flowers need water and light to grow and people are no different. Our physical bodies are like sponges, soaking up the environment. “This is exactly why there are certain people who feel uncomfortable in specific group settings where there is a mix of energy and emotions,” said psychologist and energy healer Dr. Olivia Bader-Lee.
Plants engage in the photosynthesis of carbon dioxide, water, and light. In a series of experiments, Professor Dr. Olaf Kruse and his team cultivated the microscopically small green alga species Chlamydomonas reinhardtii and observed that when faced with a shortage of energy, these single-cell plants can draw energy from neighbouring vegetable cellulose instead. The alga secretes enzymes (so-called cellulose enzymes) that ‘digest’ the cellulose, breaking it down into smaller sugar components. These are then transported into the cells and transformed into a source of energy: the alga can continue to grow. ‘This is the first time that such a behaviour has been confirmed in a vegetable organism’, says Professor Kruse. ‘That algae can digest cellulose contradicts every previous textbook. To a certain extent, what we are seeing is plants eating plants’. Currently, the scientists are studying whether this mechanism can also be found in other types of alga. Preliminary findings indicate that this is the case.
“When energy studies become more advanced in the coming years, we will eventually see this translated to human beings as well,” stated Bader-Lee. “The human organism is very much like a plant, it draws needed energy to feed emotional states and this can essentially energize cells or cause increases in cortisol and catabolize cells depending on the emotional trigger.”
Bader-Lee suggests that the field of bioenergy is now ever evolving and that studies on the plant and animal world will soon translate and demonstrate what energy metaphysicians have known all along — that humans can heal each other simply through energy transfer just as plants do. “Human can absorb and heal through other humans, animals, and any part of nature. That’s why being around nature is often uplifting and energizing for so many people,” she concluded.
Here are five energy tools to use to clear your space and prevent energy drains while releasing people’s energy:
Stay centered and grounded. If you are centered within your spiritual self (instead of your analyzer or ego) you will sense right away when something has moved into your space. If you are fully grounded, you can easily release other people’s energy and emotions down your grounding cord with your intention.
Be in a state of non-resistance. What we resists sticks. If you feel uncomfortable around a certain person or in a group, don’t go into resistance as a way to protect yourself as this will only keep foreign energy stuck in your space. Move into a state of non-resistance by imagining that your body is clear and translucent like clear glass or water. This way, if someone throws some invalidation at you, it will pass right through you.
Own your personal aura space. We each have an energetic aura surrounding our body. If we don’t own this personal space we are vulnerable to foreign energy entering it. Become aware of your aura boundaries (about an arms length away from your body all the way around, above and below) as a way to own your personal space.
Give yourself an energy cleanse. The color gold has a high vibration which is useful for clearing away foreign energy. Imagine a gold shower nozzle at the top of your aura (a few feet above your head) and turn it on, allowing clear gold energy to flow through your aura and body space and release down your grounding. You will immediately feel cleansed and refreshed.
Call back your energy. When we have our energy in our own space there is less room for other’s energy to enter. But as we focus on other people and projects we sometimes spread our energy around. Create an image of a clear gold sun several feet above your head and let it be a magnet, attracting all of your energy back into it (and purifying it in the gold energy). Then bring it down through the top of your aura and into your body space, releasing your energy back into your personal space.
Sources:

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